El territorio argentino presenta particularidades en cada una de las regiones que lo componen. Así, podemos dividir el territorio nacional en dos grandes espacios geográficos: la llamada región pampeana, región centro-litoral o pampa húmeda (que abarca la ciudad de Buenos Aires y las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, y más ampliamente, Entre Ríos y La Pampa) y la que denominamos región extrapampeana (es decir, el resto del país).
En la región pampeana se encuentran extensas áreas alrededor de las grandes ciudades donde las tasas de desempleo y pobreza son muy elevadas. Seguramente es mayor el número de población con muchas carencias en su nivel de subsistencia y con graves problemas ocupacionales en el Gran Buenos Aires, que en la mayoría de las jurisdicciones de las regiones extrapampeanas. Sin embargo, en las tres provincias de la pampa húmeda —incluida la ciudad de Buenos Aires—, los porcentajes de población considerada “pobre” por el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) son más bajos que en el conjunto de las provincias del Noreste, el Noroeste y Cuyo, con excepción de Mendoza.
La situación de desigualdad entre las regiones tiene un claro origen histórico. Tendríamos que remontarnos al momento en que ingresa la economía argentina en la “división internacional del trabajo” vigente en la segunda mitad del siglo XIX. La instalación de las inversiones extranjeras en transporte y financiamiento, la llegada de fuerza de trabajo abundante de los inmigrantes que poblarán las fértiles llanuras pampeanas y la apertura de los mercados europeos a nuestras exportaciones agrícolas y ganaderas, permitió la obtención de grandes beneficios a quienes se involucraban en tales actividades. Por supuesto, no todos fueron ganadores en la misma proporción. Los terratenientes, los propietarios de los grandes frigoríficos, el sistema financiero y los poseedores de la infraestructura de transporte, además de los principales grupos comercializadores de las cosechas, conformaron el plantel de los más afortunados. Los arrendatarios —mayoría, por entonces, entre los productores agrarios de la pampa húmeda— fueron los menos favorecidos.
En una franja intermedia, los trabajadores urbanos, artesanos de origen europeo en su mayoría, fueron incorporándose al esfuerzo productivo, y muchos de ellos formaron la base de la futura robusta clase media urbana, tan destacada durante la mayor parte del siglo XX.
Los circuitos productivos de la región pampeana, cuya producción agropecuaria se exporta a través de los puertos del litoral (en particular, Buenos Aires y Rosario) constituyeron la base de la creciente acumulación de riqueza colectiva, desigualmente distribuida. En las aglomeraciones urbanas en constante expansión, en especial en las ciudades-puerto, el “derrame” de la actividad agroexportadora, la llegada de inmigrantes y el gasto estatal agrandaron el mercado de demanda. Eso posibilitó la conformación de circuitos productivos manufactureros simples y de tipo comercial.
Con el tiempo, cuando se robusteció la red urbana y se expandió la actividad agropecuaria, las relaciones entre el campo y la ciudad se fortalecieron y se ampliaron. La crisis de 1930 debilitó los circuitos agrarios pampeanos, pero diversificó y ensanchó los de base urbana, en especial los dedicados a la actividad industrial.
En contraste con este proceso, en la mayor parte de las economías regionales extrapampeanas, durante el siglo XIX y los inicios del XX, la dinámica económico-social se vio perjudicada. Las actividades artesanales, subsistentes desde la Colonia, sufrieron la competencia despiadada de las importaciones europeas, que las remplazaron. Las excepciones fueron Tucumán y Mendoza, que integraron sus producciones locales —azúcar y vino— al resto del país. Pero la gran movilización económica y financiera, las inversiones en infraestructura pública y privada, y la acumulación de la renta de la tierra se desplazó hacia los pobladores de la pampa húmeda. Los especialmente favorecidos fueron los sectores sociales propietarios de tierras, primero, y de industrias, después, localizados en las aglomeraciones del centro-litoral.
Producción láctea extrapampeana: desarrollo y dificultades
Un contraste que llega hasta hoy
Hubo tres o cuatro décadas de bonanza económica a mediados del siglo XX, cuando la expansión del consumo interno incluyó a los productos propios de cada una de las regiones (yerba mate, tabaco, algodón, azúcar, vino, frutas, hortalizas, legumbres, entre otros). Pero, tras el inicio de la política económica neoliberal, a mediados de 1970, volvió a acentuarse el retroceso de las regiones extrapampeanas y la mayoría de sus habitantes sufrió un creciente deterioro económico y social que se prolonga hasta la actualidad.
En las regiones extrapampeanas predomina una trama productiva débil, de baja generación de valor, y con capitales principalmente radicados en el área pampeana. Además, la limitada calidad del suelo (con extensas áreas desérticas) y el clima dominante, muy cálido en el Norte y muy frío en el Sur, impiden una producción agropecuaria abundante y con ingreso fluido en el mercado internacional (en el contexto del modelo agroexportador).
Una situación muy desigual se verifica en la región pampeana, tanto en el sector agropecuario como en las grandes aglomeraciones urbanas. El sector de producción primaria, desde su implantación a finales del siglo XIX, se caracterizó por ser una actividad moderna, en creciente renovación tecnológica y con excedentes exportables cada vez más significativos. En las grandes aglomeraciones urbanas, el parque industrial, rápidamente desarrollado luego de la crisis de 1930, creó una base productiva sólida, aunque se ha dañado sensiblemente durante los recientes años de crisis y ajuste.
Los circuitos productivos de base agroindustrial, como por ejemplo, los de soja, algodón, azúcar y vid, y el basado en la producción petrolera y de carbón, incorporan actividades propias de cada región, en las que operan numerosos productores y trabajadores. Los bienes que se generan circulan dentro de la actividad desde su inicio, (producción primaria extractiva), hasta el consumo final. En todo ese recorrido, cada uno de los involucrados recibe un ingreso por su participación, algunos muy grande, pero también hay quienes quedan marginados o directamente excluidos de esos ingresos.
La problemática socio- económica vinculada a la soja
FUENTE: ROFMAN,A.: Estructuras regionales y sistemas productivos, Bs. As., AIQUE, 2006, pp 6- 8 (adaptación)